Violencia feminicida hacia las mujeres lesbianas y trans del Caribe colombiano

1° de agosto de 2020. Tras los primeros 7 meses del año 2020, las vulneraciones de derechos humanos a mujeres lesbianas y trans en el Caribe colombiano, han encendido las alarmas como nunca antes. Se trata de un aumento significativo en los asesinatos, la violencia policial y la violencia intrafamiliar contra las mujeres con orientación sexual e identidad de género diversa. La principal hipótesis de este aumento de las cifras de violencia se relaciona con los efectos adversos de las estrategias estatales para evitar el contagio por COVID-19. Medidas como la cuarentena estricta, el cierre de las instituciones del Estado, el pico y género y la desprotección social generalizada en la población colombiana, que por ejemplo, en términos de salud afecta de forma diferenciada y mayor a las mujeres trans que pasan por procesos de hormonización o  las mujeres que viven con VIH, han traído como resultado el debilitamiento de las redes de apoyo institucionales y sociales de las mujeres, dejándolas en una situación de mayor vulnerabilidad de lo “normal”.

Sobre esto, en el informe de investigación Enterezas (2018), se logró identificar, a partir de las voces de mujeres lesbianas, bisexuales y trans en el Caribe colombiano, que existen factores diferenciadores dentro de las violencias que viven las mujeres lesbianas y trans.

En el caso de las mujeres trans, la violencia física y psicológica, los feminicidios, la violencia intrafamiliar, las lesiones personales, los insultos y la discriminación representan las principales formas de violencias que les afectan. Estas violencias pueden llegar a ocurrir en escenarios como el espacio público, los hogares, las clínicas y hospitales, los clubes nocturnos, los centros comerciales y los baños públicos.  En cuanto a las mujeres lesbianas, las principales formas en que se manifiesta la violencia, se encuentra la violencia física y verbal, violencia sexual, violencia intrafamiliar, los insultos y el acoso sexuales, representados en espacios como el hogar, las universidades e instituciones educativas, el espacio laboral, las iglesias y ante profesionales de la psicología (Caribe Afirmativo, 2018).

Dentro uno de los escenarios violentos que estas mujeres tienen en común, se reseña el hogar, que para mujeres lesbianas y trans representa muchas veces un espacio de enfrentamientos, recriminaciones y violencias por parte de familiares, en vez de ser refugio, o un sitio para escapar de la violencia externa. Este hallazgo investigativo toma fuerza hoy ante la pandemia COVID-19, pues la situación sanitaria mundial implica que las mujeres LT estén mayoritariamente en sus casas, conviviendo con su familia o allegados. No hay escape, no hay lugar a huir. Las previsiones gubernamentales para gestionar la crisis sanitaria no llegaron a vislumbrar el riesgo que podría representar para algunas personas convivir permanentemente con sus agresores.

Fuera del escenario familiar, es necesario centrarse en el escenario público que sigue representando una amenaza para los derechos de las mujeres LT. Allí se perpetran constantemente agresiones físicas, verbales, psicológicas e institucionales. Vale la pena detenerse para analizar la cifra de asesinatos a mujeres LT durante el 2020, la cual parece indicar ciertos patrones o conductas en cuanto a la forma de seleccionar a las víctimas, el tipo de heridas, la disposición de los cuerpos y los lugares donde ocurre la violencia.

A julio 31 de 2020 se registra un total de 6 mujeres trans asesinadas en el Caribe colombiano. De estos 6, la mitad sucedió en el departamento del Atlántico, seguido por Magdalena, Cesar y Bolívar, con un caso en cada departamento. De las particularidades en cada caso de feminicidio a mujeres trans en el primer semestre del año se puede destacar:

  • Las heridas en diversas partes de sus cuerpos como los senos, glúteos y rostro, previas a la muerte, demostrando sevicia en la consumación del ilícito.  
  • La irrupción en sus domicilios, aprovechando horas poco concurridas y procurando no alarmar a la ciudadanía que podría protegerlas.
  • Aprovechando la confianza que la víctima depositó en el victimario, por ejemplo, a través de la prestación de servicios sexuales.
  • El abandono institucional y la falta de atención oportuna ante la ocurrencia de la violencia.
  • La justificación de lo ocurrido por parte de vecinos, familiares, opinadores que afirman que la mujer “dio papaya”.

A mayor visibilidad mayor riesgo, reiteramos. Es necesario tener presente que las mujeres trans han representado una de las poblaciones con mayor número de vulneraciones a lo largo de la historia, pues los prejuicios sociales hacia su vivencia del género las ha llevado a vivir en condiciones de extrema pobreza, precariedad, desigualdad, temor y revictimización por parte de autoridades instituciones y la Fuerza Pública. Su nivel de marginalización es el más alto dentro de la sigla LGBT.

Por otra parte, en el caso de las mujeres lesbianas, a 31 de julio de 2020, en el Caribe colombiano han sido asesinadas 5 mujeres. Estos casos ocurrieron 2 en el departamento del Magdalena, 2 en Atlántico y 1 en el departamento de Bolívar.

Dentro de las particularidades de los casos de feminicidios a mujeres lesbianas durante la pandemia se encuentran:

  • Hurto o tentativa de hurto que ocasiona la muerte de la víctima.
  • Irrupción en sus domicilios.
  • Ataques con arma de fuego y arma blanca.
  • La intimidación y violencia se ejerce de igual forma hacia sus parejas.
  • La desviación de los motivos del asesinato a “culebras” o “criminalidad común”.

Como reflexión, podría decirse que el modus operandi en la perpetración de estos asesinatos ha sido diferente en el caso de las mujeres lesbianas y de las mujeres trans. Los significados sociales de las violencias son igualmente diferentes pues mientras por una parte se justifica como una especie de “culpa exclusiva de la víctima” o como “merecido” (en el caso de las trans), por otra, se da una lectura de la violencia como algo “común” que no tiene tintes de violencia por prejuicio (en el caso de las lesbianas). Hay claros signos de que el uso de la violencia por prejuicio en ambos casos es diferente pues, en una no hay lugar a enmascarar con un delito o una motivación superior la perpetración del hecho, se asesina y ya; mientras que en el otro, opera el uso instrumental de la violencia por prejuicio, que María Mercedes Gómez explica como el enmascaramiento del prejuicio a través de la concurrencia de otros móviles en la perpetración de la conducta. La hipótesis consiste en que el relato no es que “la iba a robar y por eso la mató”, sino que seguramente, la seleccionó como víctima de hurto en razón de sus prejuicios hacia su orientación sexual. Por tanto, aunque diferente, igualmente se trata de casos de violencia por prejuicio.

Otro elemento diferenciador que vale la pena mencionar es el recurrente ataque simbólico a la identidad de género de las mujeres trans, a través del ensañamiento con sus partes sexualizadas o más femeninas, pues es eso lo que, al parecer, desde la perspectiva del victimario, se quiere eliminar. Aunque tanto en el caso de las mujeres lesbianas como trans el mensaje de violencia por prejuicio es de carácter excluyente, pareciera que hay una mayor tendencia a dejar claro en el cuerpo de la víctima cuál era el mensaje del autor. Probablemente ese mensaje de rechazo a la identidad de género de las mujeres trans, nos pueda ayudar a profundizar en la discusión sobre el abordaje de estos casos en el escenario judicial, en su correcta tipificación y en los significados sociales de estas violencias.

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