28 de julio de 2020. Los casos de violencia por prejuicio en contra de la comunidad LGBTI en especial la comunidad trans, no se detienen durante la Pandemia del COVID-19, donde a pesar de las restricciones de movilidad, son más de 5 mujeres trans las que han sido asesinadas de forma violenta y sus casos parecen no tener culpables detenidos o con resultados en investigación. La dignidad de las mujeres trans sigue siendo violentada cuando los medios de comunicación cubren las noticias y se refieren a las personas asesinadas con términos inadecuados, creando con esto, una promoción del estigma y discriminación entre el público que consume las noticias.
En los medios se hacen comentarios religiosos, burlas y amenazas; justificaciones de las violencias por parte de las y los periodistas y personas que opinan. Se llega incluso a fomentar el odio hacia las personas LGBT, haciendo que todo empeore. Cuando las y los periodistas y presentadores, empiezan los ataques, la sociedad se encarga de repetir lo que los medios han publicado, profundizando en la desinformación. Los medios, no suelen utilizar un lenguaje inclusivo y respetuoso hacia las personas LGBTI y menos hacia las personas trans. En muchos casos por desconocimiento del tema, por cuestiones morales y religiosas y también por el morbo y réditos que esto genera, se utilizan términos despectivos como “el homosexual” “el travesti”, o se utiliza el nombre identitario como si fuera un “alias” para referirse a mujeres trans.
La negación de su identidad de género pasa por la revictimización de los medios de comunicación.
Las personas trans no por naturaleza tienen un nombre artístico y menos, un alias. No se identifican como personajes ficticios que entretienen a la sociedad con su identidad, tampoco son hombres gais “pretendiendo ser mujeres”. Desde hace mucho tiempo se hace un esfuerzo enorme desde las organizaciones por sensibilizar a las personas que trabajan en medios de comunicación y la población en general para que no se promuevan este tipo de prejuicios en el periodismo. El problema también tiene que ver con la falta de formación. La perspectiva de género y de diversidad, es un tema que parece siempre accesorio, adicional, no obligatorio, a la hora de generar información. Esto trae como consecuencia que los y las profesionales que se encargan de “crear sentido común” desde los medios, lo hagan desde sus visiones prejuiciosas de las orientaciones sexuales e identidades de género diversas.
Cuando no se promueve directamente el odio y la discriminación, lo que se hace es reproducir y reafirmar prejuicios que confunden a la ciudadanía respecto de sus trato y relacionamiento con las personas LGBT. Ni siquiera en escenarios tan desafortunados, es decir, una persona LGBT, aún después de ser asesinada, tiene un momento de descanso; su dignidad seguiría siendo vulnerada en el espacio comunicativo. Y esto es un tema de corresponsabilidad del Estado y de la sociedad cuyos prejuicios sostenidos no permiten otro tipo de valoraciones o juicios sobre las personas LGBT. Un caso evidente es el de los familiares, amigos de personas LGBT agredidas o asesinadas, que buscan mostrar a su conveniencia un relato sobre la orientación sexual o identidad de género de la víctima, en entierros, ceremonias, discursos y entrevistas, llegando a producir una manipulación de lo que realmente era la persona en vida.
Cuando por fin se logra un espacio de participación de personas trans, en medios de comunicación, el tema recurrente es averiguar si tiene pareja o no, o cómo es su proceso de transición, si se ha hecho modificaciones corporales, más allá de conocer o averiguar por su experiencia, aprendizajes y demás, siendo una persona que disiente del género asignado al nacer. Estos actos sumados o vistos desde una perspectiva global, van invalidando a las personas trans como sujetos con agencia y con aprendizajes o lecciones de vida que pudieran compartir con quienes les ven, oyen o siguen.
Por todo esto, es necesaria una reflexión articulada entre sociedad, medios de comunicación y el papel del Estado en procurar que la violencia mediática hacia personas LGBTI sea una realidad superada. No sólo se trata de sensibilizar sino de formar en DDHH para que se entienda cuál es el nivel de responsabilidad en la perpetuación de las situaciones de violencia hacia las personas LGBTI. Una de las formas, en especial con el trato que se les brinda a las personas trans, es llamarle por el nombre y género asumido, privilegiando su auto-reconocimiento, frente al reconocimiento de otros. No encasillar a las personas LGBTI como peluqueros, artistas, trabajadoras sexuales, enfermas, sino entendiendo realmente cuál es la realidad de las cosas y como se ha venido posicionando un relato sobre las personas LGBTI que no siempre corresponde a la realidad. Un tema pendiente de ser visibilizado en medios es el hecho de que no se ha aprobado una Ley de Identidad de Género que le permita a esta población acceder a sus documentos de forma legal, con los cambios necesarios para que su identidad percibida esté de acuerdo con la documentación y que le permita proceder con acciones dentro de la ley en caso que sea irrespetada. Estos vacíos jurídicos son temas de interés que a la prensa no le suele interesar pero que es una oportunidad para reivindicarse.
Son muchos los obstáculos que se tienen por delante, aún existe una gran renuencia por parte de los medios para atender los temas relacionados a las poblaciones en vulnerabilidad, entre ellos la población trans y en la medida que las redes sociales nos permiten comentar, compartir y reaccionar, nos damos cuenta de lo mucho que hace falta trabajar en el tema relacionado con la identidad de género en nuestro país. Es necesario un pacto y acciones afirmativas en materia comunicativa.