19 de septiembre de 2020. 3 asesinatos a mujeres en el Caribe colombiano dejaron una gran consternación esta semana. La atrocidad de los casos de Taniusca Romero de 12 años y de su tía Melissa Romero en Montelíbano, sumado al de la señora Cielo Pallares en Barranquilla, han provocado un visible repudio social. La sistematicidad de los asesinatos en Colombia nos da una idea del ínfimo valor que tiene la vida para algunos sectores, en algunas circunstancias, y nos da la idea de qué dinámicas de violencia sufre la ciudadanía, especialmente las mujeres.
Los asesinatos a mujeres en Colombia no se pueden leer de forma aislada; la pandemia nos dejó claro que esto puede empeorar, que las mujeres vivimos en riesgo permanente de ser asesinadas dentro o fuera de nuestras casas, por motivos de género o sin motivo alguno. Quizá por eso el caso de Cielo Pallares resulta tan indignante, ¿cuál era la necesidad de accionar el arma en contra de una mujer mayor, indefensa y neutralizada por el terror de la escena del hurto? La respuesta es: ninguna; esa futilidad, la ligereza con la que se le arrancó la vida a Cielo es uno de los rasgos más perturbadores de su caso.
Por otro lado, el asesinato de Taniusca, una niña de 12 años y de Melissa, su tía, en Montelíbano, quienes se encontraban en estado de indefensión al ser sorprendidas mientras montaban bicicleta, nos ha dejado perplejas. La conexión de sus asesinatos con el conflicto armado y el narcotráfico quedó plasmada en el panfleto que se encontró junto a sus cadáveres, y esto demuestra el descontrol, la incapacidad estatal y la esterilidad de la presencia institucional en los territorios. La presencia formal del Estado colombiano se ha venido manifestando en los últimos días en Bogotá, Barranquilla, Medellín, Popayán, entre otras, como pura brutalidad y abuso policial, como una expresión de la doctrina militar de tintes fascistas que sostiene una lógica institucionalizada en la Fuerza Pública, cuya represión se dirige de forma particular a mujeres, personas LGBT, personas etiquetadas como “subversivas” y personas en estado de vulnerabilidad. Las protestas que se han movido dejaron por lo menos 3 mujeres violadas, varias mujeres torturadas y varias mujeres detenidas arbitrariamente por la Policía Nacional, un saldo vergonzoso para el país.
Y, mientras el departamento de Córdoba asimilaba el caso de Taniusca y de Melissa, digerían también los asesinatos de Cristóbal Ramos, quien era el presidente de la Junta de Acción Comunal del barrio Villa Clémen y de Yony Valdes, el presidente del Concejo Municipal de San José de Uré; el derramamiento de sangre por estos días no ha permitido siquiera poder hacernos luto y comprender qué es lo que está pasando en el país. Montelíbano como territorio atravesado por la violencia ha sido un lugar que ha recibido a Enterezas como proyecto. Hemos venido realizando acciones y trabajo de la mano con las mujeres LBT de Montelíbano, y por ello, conociendo sus procesos, sabemos el riesgo permanente que existe contra su vida e integridad, en razón de sus liderazgos. El genocidio que viene orquestándose desde varios sectores políticos y armados, legales e ilegales, está ahí, como una amenaza constante.
Ante la magnitud del horror de los asesinatos y de las violaciones a los DDHH contra mujeres en los últimos días, nos solidarizamos con las compañeras del departamento de Córdoba y con aquellas mujeres criminalizadas y torturadas por la Fuerza Pública durante las jornadas de movilización. Enterezas se reafirma como aliadas en la búsqueda de mejores condiciones de vida para todas nosotras.
¡Esto tiene que parar!