¿Cómo vivimos las mujeres lesbianas, bisexuales y trans en Nicaragua?


Ludwika Vega, Presidenta Asociación Nicaragüense de Trans “ANIT”


Por: Ludwika Vega, Presidenta Asociación Nicaragüense de Trans “ANIT”

Managua, Nicaragua 12 de marzo de 2020. En Nicaragua la violencia más común, es la violencia institucional que sufrimos las mujeres lesbianas, bisexuales y trans (LBT), al ser negadas nuestra identidad de género y orientación sexual, además, de ser ignoradas como ciudadanas; el Estado no nos ha incluido realmente en la sociedad.

Muchas de las mujeres trans tenemos que acudir a trabajos informales como andar en las calles vendiendo frutas, cigarros, caramelos, limpiar parabrisas, dedicarnos al trabajo sexual y, en algunos casos, bailar con la tradicional gigantona, y el ser activistas donde ponemos nuestra vida en riesgo. Por consiguiente, esto nos hace más vulnerables y nos expone al peligro y a violencias sexuales, psicológicas, físicas y de explotación laboral. Las mujeres trans profesionales no contamos con un espacio laboral formal y bien remunerado, el sector laboral se ha negado a darnos la oportunidad de ejercer nuestra carrera profesional, aceptando nuestra identidad y expresión de género en la mayoría de los sectores públicos o privados.

Un caso de discriminación, por ejemplo, lo hizo la Corte Suprema de Justicia de Nicaragua, al anular el nombramiento de las promotoras judiciales lesbianas, bisexuales y trans. Luego de haber juramentado, al día siguiente la eliminaron, por orden presidencial, para sacarlas de sus cargos.

En Nicaragua no hay leyes claras de reconocimiento de los derechos de las mujeres LBT. Las calles son un lugar riesgoso que enfrentamos día a día, en ellas caminamos para ir a tomar el bus o un taxi y, en muchas ocasiones, nos cruzamos con las miradas inquisitivas de las personas, las críticas, las burlas, el acoso callejero y piropos ofensivos hacia nosotras. Esta situación se debe corregir: se debe combatir y disminuir la discriminación hacia las mujeres LBT en el espacio público.

En Nicaragua se mantiene todavía los discursos que indican que una persona debe de ser hombre o mujer, según el sexo asignado al nacer, negando las construcciones identitarias de las personas trans. Además, se tiene que mantener un rol acorde al sexo de nacimiento, para poder evitar el famoso “bullying” con cabello corto y vestimenta que no va del agrado a la identidad de género que cada quien prefiere. Es decir, se traslada la responsabilidad del matoneo y otras violencias a las mujeres LBT, por el hecho de asumir su orientación sexual, identidad y/o expresión de género (OSIGEG) diversa.

Además, existen muchos casos de personas que dicen el no haber sido discriminadas, esto suele ser porque ocultan su preferencia sexual. Este ocultamiento se mantiene para poder tener espacios familiares, laborales o educativos, pues con la visibilización de nuestras OSIGEG, nos exponemos directamente a la violencia y exclusión de estos espacios. Incluso, en el caso de las mujeres trans, la situación es más difícil de ocultar, pues lo que se compromete es su identidad y expresión de género.

Por otra parte, muchas mujeres LBT son rechazadas dentro de las iglesias, por líderes o fundamentalistas, por expresar su identidad de género u orientación sexual, algunas son utilizadas solamente para arreglar altares o acusadas de “pecadoras”, “hijas del demonio” o que no tienen ganado el cielo y que “donde van a ir a parar es al infierno”. La mayoría pensamos que el infierno es este mundo donde vivimos, donde nos están matando, encarcelando, violando, rechazando, y excluyendo injustamente sin darnos una oportunidad de ser ciudadanas con los mismos deberes y derechos que cualquier nicaragüense pueda demandar.                            

A pesar de existir una Resolución Ministerial de Salud (671 de 2014), el Ministerio de Salud debe continuar con la divulgación y capacitación al personal médico público y privado ya que existe un desconocimiento de ésta, y a diario se ejerce la discriminación desde el personal de farmacia, enfermeras y médicos hacia las mujeres LBT. Algunos llaman con los nombres legales a las mujeres trans que cuentan con un nombre identitario, irrespetando su identidad de género. Esta práctica misógina la realizan para burlar y ridiculizar a las mujeres LBT.

De igual forma, la Policía Nacional de Nicaragua, se constituye en una entidad machista que sigue ejerciendo poder sobre la población LGBT, y más sobre las mujeres LBT, ya que consideran que “somos un sexo o género débil”. Suelen, en esa vía, engavetar los casos que se les presentan, aduciendo que son las mujeres LBT las que tiene la “culpa” de recibir violencias, pues lo “buscamos” o “provocamos”, de tal forma que las agresiones son perpetradas “por sentimientos pasionales” o peleas por algún hombre.

Otra situación a resaltar es el hecho de cómo viven las compañeras privadas de la libertad en Nicaragua. Las cárceles temporales de los distritos policiales o sistemas penales donde las mujeres LBT se encuentran recluidas, son espacios de humillación, a través de actos reprochables, como el cortarles el cabello en contra su voluntad, el sometidas a desnudez forzada, con el pretexto de hacer inspecciones, todo esto, ridiculizándolas en público y vulnerando su dignidad, identidad y libertad sexual.

En Nicaragua queda mucho por hacer. Necesitamos, para el reconocimiento pleno de nuestros derechos humanos como mujeres LBT mayor contundencia por parte de las normas y mecanismos de acceso a la justicia en donde nos reconozcan nuestra OSIGEG diversa y que esto no sea una excusa para perpetrar violencia en nuestra contra: al contrario, que sea una razón para acceder a plena ciudadanía.

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